El fin del VIH, aunque aún lejano, se presiente cada vez más cerca. Los avances en este sentido se vienen sucediendo de forma casi exponencial año tras año, un hecho posible gracias al trabajo decidido de los profesionales implicados en la investigación (básica y clínica), y a su rápida traslación al ámbito asistencial. En el caso de España, esta labor está liderada por los socios de GeSIDA. A la vista de la dinámica de los últimos años, todo nos invita a pensar que 2019 será un nuevo año cargado de buenas noticias para quienes somos parte esencial de este proceso.

Es innegable el nivel de excelencia que procuramos (y al que aspiramos) en nuestro trabajo asistencial, y no son pocos los proyectos de investigación que muchos de nuestros compañeros lideran en aras de conseguir combinaciones de tratamientos más tolerables y eficientes, mejor control de las comorbilidades (sobre todo en los pacientes de mayor edad, un nuevo reto impensable hasta hace nada), prevenir la infección por el VIH, avanzar en el tratamiento de las ITS, cuidar mejor de los pacientes mayores con VIH, o de avanzar en el prototipo de vacunas terapéuticas, un objetivo que poco a poco deja de ser una utopía. No nos cabe la menor duda que este nuevo año nos brindará noticias positivas sobre todos estos temas.

Junto con la loable labor de los integrantes de nuestro Grupo de Estudio, sólo falta contar con el marco y las herramientas necesarias para avanzar lo máximo posible en la lucha contra el VIH. En ese sentido, 2019 puede traer consigo buenas noticias. Una de las demandas sobre la venimos insistiendo desde hace más de dos años es la implantación de la PrEP como medida de prevención en colectivos de mayor riesgo de contagio. Confiamos y deseamos en que esta sea una realidad en los próximos meses. Las recientes declaraciones ofrecidas por representantes de la administración o la próxima conclusión del estudio de factibilidad promovido por el Ministerio de Sanidad, nos invitan a pensar en ello de un modo positivo.

Por contra, una demanda que parece enquistada, sin que nos hayan dado razones objetivas para ello, es la relativa al reconocimiento de la Especialidad de Enfermedades Infecciosas, objetivo sobre lo que venimos trabajando de forma insistente desde hace años. Pese a las controversias que se nos plantean, vamos a seguir insistiendo en una petición que consideramos a todas luces razonable, la de preservar la mejor preparación para los futuros profesionales médicos encargados de abordar las patologías infecciosas y en concreto el cuidado de los pacientes con VIH. Sólo con la mejor preparación, fruto de una especialidad propia, conseguiremos resolver la ecuación de forma satisfactoria (mejor formación = mejor atención).

Nuestros mejores deseos para el año que acabamos de estrenar. Que no falte nunca el tesón, la ilusión y la pasión en todo lo que hagamos.