Emma Fernández González es enfermera de Práctica Avanzada en VIH en el Hospital Clínic Barcelona y socia de GeSIDA. Dado el importante rol que están desempeñando los profesionales de la Enfermería en la lucha contra el COVID-19, en primera línea de acción, es especialmente relevante contar con el testimonio profesional de una compañera especializada en la atención a pacientes de enfermedades infecciosas.

¿Qué balance hace del trabajo desempeñado en estas semanas más duras ante el COVID-19?

Pese a que la respuesta inicial a la crisis de Salud Pública provocada por el COVID-19 fue muy compleja, y por momentos caótica, como enfermera que trabaja en un hospital de tercer nivel, que se volcó al 100% en el cuidado de personas con este diagnóstico, tengo que decir que el balance es positivo por el hecho de conseguir unir esfuerzos con un sólo objetivo.

A nivel humano, cada uno de nosotros puso en funcionamiento todas las actitudes, habilitadas y conocimientos que permitieron hacer frente a una situación de crisis sanitaria de esta magnitud de una forma urgente y efectiva. Además de evidenciar la importancia de valores como: Entrega, empatía, profesionalidad, compromiso y coherencia en la visión y misión que definen a los todos los profesionales de nuestro sistema de salud público y universal.

Superando, en el día a día, los miedos personales de cada uno y las muchas limitaciones por el acceso al material de prevención adecuado, se pusieron en funcionamiento estrategias individuales, comunitarias e institucionales creativas que nos permitieron ampliar la capacidad de respuesta, reforzando y potenciando el trabajo intersectorial e interdisciplinar.

¿Se había enfrentado previamente a una situación profesional similar?

Sí, muchos de los profesionales de la salud que ya tenemos una edad, vivimos algo parecido con la epidemia del VIH/SIDA. Existen ciertas similitudes, aunque hay que destacar que la connotación de causalidad de cada una de las infecciones.

En el caso de la epidemia de VIH además de la crisis de Salud Pública, también había drama humano de sufrimiento y de culpabilidad relacionado con la discriminación por cuestiones morales otorgadas a las vías de transmisión. Eso marco una gran diferencia, las personas afectadas de VIH/SIDA lo vivían en soledad y asilamiento. Además, no debemos olvidar que muchos profesionales sanitarios no querían cuidar de personas con VIH por miedo a infectarse, pero también por actitudes discriminatorias relacionadas culpabilizar a la persona. Además, era muy difícil encontrar información sobre prevención y reducción de riesgos en los medios de comunicación.

En la epidemia de COVID-19, partimos de una premisa de “esto nos puede afectar a todos” que hace la situación de crisis sanitaria más manejable a nivel emocional y comunitario. La connotación “de no culpabilidad” ante el hecho de infectarse permitió que los mensajes y las recomendaciones sobre prevención llegaran a toda la población de forma rápida y eficaz. Esto facilitó considerablemente el soporte social y apoyo mutuo.

En ambas epidemias coincide las incertezas y la angustia vital, lo que las diferencia es que la atención integral, interdisciplinar e intersectorial en la epidemia del COVID-19 permite que el abordaje biopsicosocial sea más terapéutico

Es socia de GeSIDA. ¿Le ha servido la experiencia acumulada en otras patologías infecciosas, caso del VIH?

Sin duda alguna, la experiencia con el abordaje de la epidemia del VIH nos ha permitido afrontar de forma más efectiva esta crisis sanitaria. Lecciones relevantes aprendidas:

Corroborar que, para todos los pacientes, es de gran importancia tener profesionales de salud de referencia (con los que tenga una relación de terapéutica de confianza previa), para poder comunicarse de forma fácil y rápida a través de teléfono, mail, telemedicina. Todo eso ayuda a disminuir la angustia.

La importancia de tener consolidados circuitos de derivación intersectorial fluidos   que permitan la comunicación entre los diferentes equipos implicados.

La importancia de dar información a través de mensajes claros y sencillos sobre formas de transmisión, medidas de prevención, síntomas más comunes y circuitos a seguir en cada caso.

Como enfermera de la Unidad de VIH pude comprobar la relevancia de ser un profesional de referencia al que nuestros pacientes acuden para consultar dudas y preocupaciones relacionadas con su salud. Pudimos ofrecerles de forma precoz respuestas y contención emocional por vías alternativas a la visita presencial, vías de comunicación que ya utilizamos habitualmente en el cuidado crónico de las personas con VIH.

En su cometido asistencial, ¿cuáles son los principales hándicaps a los que se enfrenta a la hora de abordar la enfermedad? ¿Cómo se pueden solventar esas situaciones

Además de la crisis vital evidente, la otra gran dificultad con la que nos enfrentamos fue la ‘deshumanización’ de las personas afectadas por esta infección, relacionada con las medidas de aislamiento del paciente y de la población. Fue necesario readaptar, de forma urgente, los cuidados integrales a la persona con una infección que conlleva a la al aislamiento. Por eso se pusieron en funcionamiento intervenciones que permitieran salvar estas barreras en la medida de lo posible: potenciar las videollamadas con los familiares, priorizar el mantener a la familia informada de forma diaria, dar calidez y esperanza en momentos de sufrimiento y angustia vital y acompañar al paciente en situación de final de vida.

Además de seguir ofreciendo cuidados y soporte a todas aquellas personas con VIH que están confinados y que, sobre todo al inicio de la crisis sanitaria, tenían mucho miedo de “población de riesgo” al de tener muy integrado la idea de ser más vulnerables a la infección por COVID-19 por tener VIH. En estos casos fue importante ofrecer información adecuada, soporte y contención.

En cuanto a la organización de la unidad de VIH, fue importante mantener las visitas de acogida de los nuevos diagnósticos de VIH, realizar las visitas telemáticas de seguimiento y facilitar el acceso al TAR. Lo que evidenció el gran potencial de complementariedad de todos los profesionales que componen el equipo interdisciplinar: médicos, enfermeras, farmacéuticas, administrativos, etc.

Desde el punto de vista de la Enfermería, ¿qué aprendizaje están extrayendo de esta experiencia?

Esta experiencia ha puesto de manifiesto la importancia de la formación adecuada, desde una visión biopsicosocial y de humanización del cuidado, de todos los profesionales de la salud. Las experiencias vividas por los sanitarios que han pasado esta infección destacan la angustia por la vulnerabilidad física pero también, y no menos importante, la vulnerabilidad emocional. Por lo tanto, es necesario dar respuesta integral a las todas las necesidades de los pacientes.

Para reparar los daños que ocasionan los “bulos sanitarios”, se constata la importancia de potenciar que el usuario esté bien informado, a la vez que transmitimos que para obtener esa información se debe acudir a fuentes fiables y actualizadas.

Lo importante que es la comunicación, la posibilidad de poder entrar en contacto con los sanitarios de referencia, con los que tienes una relación de confianza, para compartir dudas, preguntas y miedos y dejarte asesorar. Todo eso ayudó a disminuir la ansiedad, relacionada con la incertidumbre, de muchos de nuestros pacientes con VIH.

Al centrarse, inicialmente, toda la atención en los hospitales y en los centros de emergencias creados con ese fin, la población general no tuve esa posibilidad de cuidado. Sólo cuando otros profesionales de la salud: Atención Primaria, recursos sociales, ONGs, Atención Domiciliaria, etc., pasan a tener un rol relevante dentro del plan de actuación ante la crisis sanitaria, la angustia comunitaria disminuye.

En definitiva, nos permitió poner en relieve que “juntos llegamos más lejos y somos más eficaces”.

A tenor de la experiencia que están viviendo con la COVID-19, ¿qué medidas considera necesarias que habría que implementar en el ámbito de la Enfermería?

Potenciar el trabajo en equipo, desde un enfoque interdisciplinar e intersectorial, que pongan en relevancia la importancia de los cuidados enfermeros en la prevención, con el objetivo de mejorar la salud de las personas y de la comunidad.

La importancia de estrategias que permitan “cuidar al cuidador” (léase cuidadores directos e indirectos) como elemento clave de mantener sano nuestro capital social como profesionales de la salud.

Reconocimiento social, institucional y político del trabajo realizado por las enfermeras y todos los profesionales que de forma directa e indirecta pusieron su granito de arena para que todo este logro fuera posible. Que todo este esfuerzo no se quede en definirnos como “ángeles” y en los aplausos a las 20:00 horas mientras dure el confinamiento.

En resumen, esta crisis de epidemia global nos ha permitido observar los diferentes resultados en función de los modelos de Salud de cada país. En nuestro caso, hay aspectos en la gestión que sin duda son muy criticables. Aun así, los resultados nos invitan a defender e invertir en nuestro modelo de salud pública y universal.